Ya sabemos que las proteínas pertenecen al grupo de los macronutrientes, junto a carbohidratos y grasas, por lo que supone un factor muy a tener en cuenta dentro de un plan de alimentación.
Sus diferentes funciones van desde fabricar y y reparar nuestros tejidos, hasta prevenir la anemia y falta de fuerza, o la síntesis de enzimas y hormonas.
Las proteínas están formadas por cadenas de pequeñas unidades estructurales que se denominan aminoácidos.
Los aminoácidos se dividen en:
- Esenciales: deben proceder necesariamente de los alimentos que consumas, ya que tu cuerpo no los puede producir por sí solo.
- No Esenciales: aquellos que nuestro cuerpo puede producir por sí solo.
- Condicionales: nuestro cuerpo puede producirlos por sí solo salvo en casos de enfermedad o estrés.
Para agregar proteínas a nuestra alimentación, tenemos la opción de elegir alimentos de origen animal o vegetal. Vamos a observar de un vistazo sus diferencias:

PROTEÍNA ANIMAL
La encontramos en carnes, pescados, huevos y lácteos.
Son de alto valor biológico (proteínas completas) ya que cuenta con una alta concentración de aminoácidos esenciales. En cuanto a su digestibilidad, tiene una absorción superior al 90%. Sin embargo, contiene ácidos grasos saturados y colesterol.
PROTEÍNA VEGETAL
Está presente en legumbres, frutos secos, cereales y algunos vegetales.
Su fuente de aminoácidos esenciales es incompleta. Por esta razón, es necesario combinarla con otros alimentos de origen vegetal (no necesariamente en la misma comida, pero sí a lo largo del día) para alcanzar una calidad nutricional similar a la de origen animal. En cuanto a su porcentaje de absorción, se sitúa en torno al 60-80%. Las grasas que aportan son insaturadas (a excepción del pescado azul rico en Omega 3) y tiene un alto contenido en fibra.
La OMS recomienda un consumo diario de 0,8 a 1 gramo de proteína por cada kilo de peso para una persona adulta sana, aunque esta cantidad variará según los requerimientos individuales, como la intensidad de la actividad física.